El conocimiento de todos los aspectos que están involucrados en el consumo de alcohol es fundamental para que la persona pueda consumir con responsabilidad y así disfrutar y evitar lo no deseado.
El alcohol como sustancia psicoactiva se presenta comúnmente en las bebidas alcohólicas en forma de etanol. Es una droga legal en la mayor parte del mundo, siendo la sustancia de efectos psico-neuronales más consumida en el planeta y que provoca la mayor cantidad de problemas físicos y psíquicos no deseados, con todas las derivaciones sociales que ello implica, como ser accidentes de tránsito, problemas laborales y familiares.
Los efectos de la ingesta de esta sustancia dependen en gran medida de las condiciones de su consumo. No sucede lo mismo si el estómago está vacío o si el cuerpo está bien hidratado y tal condición se sostiene durante el consumo.
Una vez que el alcohol alcanza el torrente sanguíneo (entre media hora y noventa minutos después de su entrada al cuerpo) casi todos los tejidos del cuerpo lo reciben.
La intoxicación por alcohol se presenta en distintas fases:
– Una primera fase de excitación: al ser una sustancia depresora del sistema nervioso central, eso significa que en nuestro cerebro se ‘apagan’ los mecanismos naturales de respuesta ante los estímulos, ya sean externos y físicos, como internos o psicológicos. Tal situación en un principio provoca la sensación de placidez, alegría o despreocupación.
– El alcohol provoca una síntesis acelerada de los azúcares del cuerpo, lo que consume rápidamente las reservas de glucosa haciendo sentir agotamiento físico al consumidor.
– Una segunda fase de confusión: los reflejos, las reacciones automáticas del cuerpo ante los estímulos, se hacen más tardíos o fallidos. El alcohol avanza por zonas en nuestro cerebro, alterando el ánimo, las emociones, el razonamiento lógico, la memoria y, más tarde, si la ingesta continuó, el habla y el equilibrio, siendo ese punto (la tercera fase, anestésica) el último antes de que el cuerpo reaccione provocando un sueño profundo en la persona.
– Si los niveles de consumo de alcohol fueron relativamente altos, el cuerpo siente los efectos de la deshidratación que aquel provoca, ya que se inhibe a la hormona vasopresina encargada de equilibrar los niveles de líquido en el cuerpo. Así, el cuerpo busca líquido en el resto de los órganos, incluídas las membranas que rodean al cerebro, las que al ser desprovistas de agua provocan la sensación de dolor de cabeza y la ‘resaca’.
– La última fase, bulbar o de muerte, se alcanza bajo grandes cantidades de alcohol (5 gramos por litro de sangre), lo que puede provocar un paro cardio-respiratorio que derive en la muerte.
Dependiendo de la regularidad del consumo, de las graduaciones de las bebidas y de las cantidades consumidas, así como de la edad de la persona al comienzo de su relación con la sustancia, el etanol de las bebidas provoca paulatinos cambios físicos y psicológicos. Cuanto antes se empieza a consumir, más vulnerable es el organismo en su totalidad.
Aunque no sucede en el corto plazo, nuestro cerebro puede desarrollar con el tiempo un impulso no deseado –dependencia, alcoholismo– por experimentar los efectos eufóricos iniciales que tiene el alcohol, situación que se ve reforzada o no por muchos otros factores externos así como de personalidad. En tales casos, el cerebro sí empieza a sufrir daños irreversibles en su estructura neuronal, pudiendo llegar en casos extremos a desarrollar ‘delírium trémens’.
En cambio, el cuerpo físico, principalmente el sistema hepático y el cardiovascular, sufre inconvenientes y hasta daños con cualquier cantidad de la sustancia, derivando éstos con el tiempo y con un consumo continuado, en enfermedades graves como la cirrosis.